Recuerdos de mi infancia

Por Numa Agüero

Hay cosas que dejan una marca en el corazón y en la memoria.

Cuando yo tenía 7 años, solía ir a la casa de mis abuelos junto a mi hermano Branco, y mis dos primos, Lucas y Franco. 

Nos encantaba ir, había un patio gigante con un montón de cosas para jugar, también estaba nuestro abuelo para jugar con nosotros a ladrón y policía con una soga como lazo para atraparnos, y nuestra abuela que nos daba para comer y tomar después de jugar por horas.

Lo que quiero remarcar de esos momentos son la cantidad de cosas que solíamos construir en ese patio. Unas de las cosas que más disfruté construyendo fueron las casas. Empezábamos poniendo la primera fila de ladrillos para marcar el perímetro y separar las habitaciones, luego con una pala cavamos tierra y la mojábamos para formar barro y usarlo como cemento. Después de terminar de armar las paredes, poníamos soportes y esperábamos a que se secara el barro. Cuando terminaba de secarse sacábamos los soportes y poníamos palos en el techo para que actuaran como vigas, y encima de ellas colocábamos una gran lona sujeta con sogas y un poco de peso para terminar el techo. Ya como último paso sumábamos asientos y decoraciones para simular mejor una casa.

También en estas casas solíamos construir unas chimeneas o parrillas para cocinar luego de terminar de construirlas.

Recuerdo aquella vez que se nos ocurrió hacer una tirolesa. Agarramos un cable de acero, lo pusimos en la punta de un palo de unos 8 metros de altura, lo atamos al techo del galpón de nuestro abuelo y usamos una especie de rueda con un palo para poder deslizarnos.

Estas son los recuerdos que resaltan y no olvido. No olvido por que han dejado una marca. Una marca dolorosa, ya sea por caernos encima de la parrilla y quemarnos los 4, o usar la tirolina y caernos encima de nosotros. O una marca en el corazón y en la memoria.