Por Bautista Capittini
Un llamado salvador que despierta a todos en plena noche nos informa que la moto estaba sana y salva. Se encontraba tirada en la ruta. Por lo que fuimos a buscarla y llevándola así a nuestra casa. Exceptuando por la puerta, todo terminó tal como estaba.
La mañana del 23 de marzo de 2015, todos en la casa amanecíamos tranquilamente como cualquier día normal. Mi madre preparaba el desayuno, mientras que con mi hermano nos vestíamos. Mi padre no se encontraba en la casa ya que se había ido a trabajar en el auto. Luego de una mañana tranquila, nuestra madre nos llama a almorzar. Finalizando así nuestra rutina hogareña, y dirigiéndonos así hacia el colegio, para entrar a las 13:00 hs.
Saliendo a las 18:00 hs, tenía demasiadas ganas de invitar a un amigo a mi casa. Mi madre, que se encontraba de un humor extraño, no me lo permitió. Sorprendido y a su vez enojado
con su decisión, no dejé de preguntarme qué sería aquello que provocó ese malestar en mi madre.
La respuesta se respondió sola, cuando llegamos a la casa, la puerta del galpón estaba rota. Nos sorprendimos por el estado en el que se encontraba, y por la violencia aplicada sobre la misma. Junto a ella, estaba el espacio vacío en el que siempre está la moto. Se la habían llevado.
Mi padre llamó a la policía e hizo la denuncia, pero no había información sobre la moto. Ya no quedaba nada que hacer, la moto la dimos por perdida, pero agradecimos que estábamos los cuatro bien. Nos acostamos a dormir para comenzar un nuevo día.