El legado artístico de los Tassitch

Por Belén Santana

A mediados del siglo XIX, surgió una historia de tantas las que hay en el mundo, empezando con una mujer, llamada Bogda, que tenía tantas pasiones como habilidades.

Bogda, que provenía de la Antigua Yugoslavia, había quedado huérfana junto a su hermano y a merced de su tío, quien no tenía intenciones verdaderas de cuidarlos, por lo que aquel suceso le había dejado un carácter fuerte. Era decidida, valiente, familiera, amorosa y cariñosa. Le gustaba y amaba mucho cocinar de forma casera, de hecho, hacía todo casero. El Borek, un platillo auténtico yugoslavo, era una de las tantas especialidades que preparaba de forma extremadamente cuidadosa y detallista. Bordaba en sábanas, la tela, al igual que Tane, su esposo, con quien parecían compartir intereses artísticos.

Al haber una guerra aproximándose al sector de Macedonia, a Tane no le quedaría más remedio que buscar un refugio, una zona en la que no lo fueran a reclutar para ser soldado. Por lo que se le ocurrió llegar en barco al puerto de Buenos Aires. Consiguió trabajo en una empresa constructora y forjó su vida en el barrio de Constitución, Ciudad de Buenos Aires. Allí, años más tarde tuvo dos hijos, entre ellos el que sobresalía era Juan Carlos Tassitch. Carlos se destacaba al igual que sus padres, por sus intereses artísticos. Era un constructor especializado en concreto armado. Construyó su propia casa, además de la de sus progenitores. Era impulsivo pero muy trabajador.

En unos años, Carlos se casaría con una mujer llamada Haydee Irene Rodrigo, con quien tendría tres hijos luego. Ellos eran Carly, Alejandra y Silvia. De aquellos, Alejandra mostraba un gran interés por el arte, admiraba mucho a su abuela Bogda, ya sea por cómo bordaba, cocinaba, incluso por lo dedicada que su abuela era al momento de cuidar su jardín. A su padre, de vez en cuando, le gustaba ser chistoso y decía: “¿Qué estoy haciendo?”, a lo que seguía un trazo indefinido en una hoja blanca y lisa; “¡Es el pato Donald!”, y terminaba el dibujo. Era indescriptible la facilidad que él tenía para hacer algo que para algunos es tan complejo, el trazo, y por consiguiente, una figura.

La visión y la precisión fueron elementos que permanecieron en Alejandra Tassitch y le dejaron un gran interés por el arte y por crear. Fue así como ella estudió bellas artes, perfeccionando sus habilidades aún más, llegando a ser docente. Si bien también estaba interesada por la bioquímica, era con tanta naturalidad lo que volcaba dibujando, que simplemente era algo que parecía fluir en la familia.

A esa misma mujer, que se casaría y posteriormente viviría en Tandil, le apasionaba la idea de tener hijos, y de ahí es donde vengo yo para contar toda esta historia. Mis dos hermanos, Nicolás y Christian, dibujan incluso sin dedicarse profesionalmente a ello, con un estilo caricaturesco y con una extrema facilidad, como mi abuelo Carlos, casi que parece algo innato.

Al día de hoy, yo dibujo sin parar, podría decir que casi todos los días. Es algo que me encanta y aspiro a perfeccionarme en ello siempre. Si bien el estilo de dibujo es lo que varía, siendo mi estilo uno más animé y enfocado mayormente en personas, es una facilidad que está presente hace años.

Aquello que tanto me apasiona como mis antepasados, es lo que considero el legado artístico de los Tassitch, que nos va a acompañar a lo largo de la historia.

Casamiento de Haydee Irene Rodrigo (mi abuela) y Juan Carlos Tassitch (mi abuelo), a la izquierda están Tane Tassitch y Bogda Nicolich de Tassitch, a la derecha están Luisa Rafaela Pantigoso de Rodrigo y Gregorio Rodrigo.