El susto de un momento y una vida de por medio

Por Celeste Garaglia

Alrededor del año 1988, entre los meses de abril y mayo, mi abuelo, Norberto Garaglia, trabajaba en Segba (la empresa de electricidad actualmente conocida como EdeNor) en el partido de General Villegas, Charlone. Era parte del sector de herrería, pero de igual manera también asistía en el sector de cámaras transformadoras.

Parte del trabajo consistía en bajar una escalera de 8 metros de profundidad hasta una habitación donde se encontraban los transformadores de luz.

Una tarde llamaron a mi abuelo a trabajar con los transformadores junto con un compañero más, Manuel Suarez y una escuadrilla. Mi abuelo bajó con su compañero hacia las cámaras, pero ninguno de los dos imaginó que uno de ellos estaba por provocar uno de los mayores errores que podría haber cometido y que uno de los dos no iba a salir de la misma manera en la que entró.

En la primera cámara donde mi abuelo estaba, comenzaron a trabajar de la misma manera que siempre, con la diferencia de que su compañero tocó el cable equivocado así causando una explosión que llevó a un incendio. Al comienzo nadie se dio cuenta de lo que estaba sucediendo hasta que mi abuelo y su compañero comenzaron a sentir olor y de esta manera decidieron escapar de las cámaras transformadoras.

“Se prenden fuego las cámaras”, advirtió mi abuelo a la escuadrilla que estaba en la otra habitación, de modo que subieron hasta la superficie. Una vez que lograron estar todos arriba, se dieron cuenta de que en realidad no estaban todos, comenzaron a preguntarse entre ellos donde estaba su compañero, Manuel Suárez, quien había estado con mi abuelo.

Al ver que ninguno daba respuesta del paradero, se dieron cuenta de que estaba desaparecido. Dedujeron que podría seguir en las cámaras, luego de esta conclusión, comenzaron a llamarlo y a gritarle, pero por la lejanía que mantenían no escuchaban respuesta de Manuel. Para ese momento todas las cámaras ya ardían en llamas y había un compañero que estaba desaparecido.

Mi abuelo dio la orden de que la escuadrilla se quedara arriba y de esta manera decidió agarrar una soga que era sostenida por sus compañeros, para así bajar y rescatar a su amigo. Descendió hasta llegar a la cámara de su compañero, una vez que lo encontró, vio la situación en la que se encontraba y entendió por qué no contestaba. Su compañero estaba prendido fuego. Al ver esto, mi abuelo procedió a atarlo con la soga y de esta manera lograr que los compañeros que estaban arriba lo subieran. Una vez que la ambulancia, que ya había llegado al lugar, se llevó a este hombre, le avisaron a su familia. Manuel estuvo días en el hospital.

El día del suceso, mi abuelo llegó a su casa como si nada hubiera pasado, como si hubiese sido un día completamente normal y se encerró en su habitación. Esto fue porque tenía tres hijos y una mujer a quienes no quería preocupar. Días después mi abuelo logró contarle a mi abuela lo que había sucedido.

El 1° de mayo mi abuelo junto con mi abuela, mi papá y mis tías, viajaron a Mercedes, en donde mi abuelo recibiría una llamada única. Al contestar, le dieron aviso de que su compañero, al que días antes había rescatado, acababa de fallecer, porque su cuerpo consumido por el fuego no logró sobrevivir.

Al principio fue algo que no podía creer, conmocionado por el shock de la noticia, Norberto colgó el teléfono y decidió quedarse en calma unos minutos antes de poder cruzarse con su familia nuevamente.

Norberto Garaglia, mi abuelo, decidió contarme esta fuerte experiencia de vida, con una gran pena por la desgracia ocurrida, y con agradecimiento de aún estar con vida.