Por Facundo Vallejo

Con una placa conmemorativa en la mano y un gran recuerdo en el corazón, Mateo Nicolás Di Pascuale, Rosa Di Pascuale y Nélida Maria Rijavec se encontraban en las embarradas calles de Colonia Bremen, departamento de Unión, provincia de Córdoba. Un pueblo conformado por no mucho más de cien habitantes. Una villa sencilla que encierra grandes historias por detrás. El recuerdo de la niñez de Nicolás seguía vigente, era importante para él conmemorar la ayuda que había recibido cuando era un niño. Nélida, su esposa, y Rosa Di Pascuale, una de sus hermanas, lo acompañaban en ese compromiso.
Aquel día del mes de agosto de 2006 caminaba Nico, como solían llamarlo, por el pueblo que le dio hogar en su niñez. Las paredes color crema, los techos anaranjados y la bandera argentina que se mantenía flameante en la corona del mástil de la escuela primaria “Almafuerte” trajeron recuerdos que, muchas veces, escondemos en el cajón.

Nicolás Di Pascuale transitó su niñez en Venado Tuerto, una ciudad localizada en la provincia de Santa Fe, junto a sus cuatro hermanos. Dos hermanos mayores, Pedro y Rosa, y dos hermanos menores, Celina y “Cacho”. Tras el fallecimiento de su madre en el campo y la imposibilidad de que el padre cuidara a todos los hijos solo, decidió separarlos para que vivieran en varias familias. Una decisión, si se quiere, forzada.
Las dos mujeres y Cacho, que en aquel momento era solo un bebé, se criaron con su abuelo materno. Pedro fue adoptado por una familia de Córdoba. Nicolás transitó la vida en la misma provincia, pero en Colonia Bremen con Ramona Estefanía Torres de Gimena, la mujer que lo cuidó y crió.
En ese tiempo, durante su niñez, conoció a don Telmo Patricio Gómez, puestero del campo del gran escritor Ricardo Güiraldes. Era un hombre de gran gentileza, se llevaba muy bien con Nico. Había notado algo en él. Conocía la situación en la que se encontraba. Era muy probable que no pudiera estudiar a causa de que la educación era todavía elitista en Argentina. Don Telmo decidió darle el dinero necesario para que nunca le faltara nada. De esa manera no precisó trabajar durante su adolescencia, logrando así que estudiara el secundario. Eso hizo que el trabajo no fuera de necesidad inmediata para ellos. Para ello, don Telmo, declaró a Ramona, la mujer que había cuidado a Nicolás, como única heredera testamentaria. “Adjudicándosele los bienes quedados a su fallecimiento”, se explica en una carta del 1° de diciembre de 1957, con destinatario al señor Mateo Nicolás Di Pascuale. En esa misma misiva se comenta: “Antes de fallecer dicho señor, le manifestó su voluntad de que disponga ella de la suma de diez mil pesos nacionales, en favor del señor Mateo Nicolás Di Pascuale, por razones de órdenes afectivas”.
Uno pensaría que ese accionar era totalmente irracional, pensando en que ni siquiera tenían un vínculo familiar. Pero la bondad de él era incondicional. Gracias a eso, Nicolás estudió en la Escuela del trabajo “Domingo Faustino Sarmiento” en Villa María, Córdoba. A los cinco días del mes de diciembre de 1958, con tan solo diecinueve años, se graduó. Siguiendo el Plan de Estudios de la Especialidad Mecánica. Logró algo a lo que no accedía cualquier persona en la época, recibirse del secundario.

Don Telmo Patricio Gómez era una persona muy honorable. No es el apoyo económico que le brindó a Nicolás y Ramona lo que hace que se lo describa como tal, es el gesto. Pensó en ellos, sabía que les sería realmente de ayuda. Acompañó desde donde pudo. Don Telmo era una persona especial, Ricardo Güiraldes, novelista y poeta argentino, dueño del campo donde él trabajaba, lo describió y lo nombró en una de sus obras más famosas: “Don Segundo Sombra”, donde se hacía alusión a su gran bondad.
Así es que, por la gratitud que sentía, Nicolás se encontraba en el pueblo de Colonia Bremen esa tarde de agosto. Con el fin de honrar el cuidado y accionar de don Telmo, la placa conmemorativa llevaba su nombre. Recorrer las calles de su infancia, su escuela primaria y la casa donde vivió, abrió puertas de recuerdos que se creían olvidados. La historia de Nicolás era totalmente diferente a la de Nélida, su esposa. Pero guardan algunos parentescos.

Nélida Maria Rijavec no logró estudiar, sus sueños fueron suspendidos por las ideas de su padre y la economía familiar. A pesar de los intentos y esfuerzos para lograr seguir sus estudios secundarios, a pesar de su gran inteligencia, no pudo hacerlo. Pero eso es historia para otra crónica.
Mateo Nicolás Di Pascuale y Nélida Maria Rijavec son mis abuelos maternos. Contaron a través de la experiencia dos historias que caminan por sí solas, de manera paralela, que podrían no haberse encontrado. Dos historias atravesadas por la educación. Dos historias que se unieron en una sola. Dos historias inmersas por la misma situación de la época, donde la necesidad del trabajo imposibilitaba el estudio. Dos historias que son dignas de ser escuchadas. Son, tan solo, dos de las tantas historias de mis abuelos.