“Si la vida fuera en dos ruedas”

Por Pilar Bizzozero

Juan Carlos Vezzosi, alias “Pocho”, era un ciclista sin conocimiento alguno sobre este deporte, en el cual se comenzó a apasionar gracias a su primo “Moni”, quien también corría en bicicleta. Fue muy conocido en la ciudad de Tandil por sus méritos y también por esperar a sus contrincantes, ya sea para que cambiaran algo en su bicicleta o cuando caían en el medio del recorrido, y es por eso que se consideraba que tenía una buena actitud hacia sus rivales. Ese gesto lo aprendió de un campeón.

A sus 13 años con mucho esfuerzo y trabajo, compró su primera bici de media carrera, que se podía usar para competencias como también de paseo, que no tenía cambios y en vez de tener tubos, tenía cubiertas.

Pero Juan Carlos no vivía solo para las bicicletas, sino que trabajaba de lunes a sábado como maestro pala en la panadería “La Panificadora Tandil”. Cuando las carreras eran los sábados, para que no interfirieran en su trabajo, pedía permiso, y si accedían a dárselo, podía correr.

En esa época importaba más el trabajo y no lo que a uno le apasionara. Aun teniendo esos obstáculos, sin un entrenador que lo asesorara para mejorar, sin tener conocimiento de qué comer para recuperar energías o qué ejercicios realizar para ganar “estado físico”, fue posible ser mejor en eso que tanto lo apasionaba.

El día sábado del año 1964 se corría la carrera “La Doble de Mar del Plata” (es una carrera de ida y vuelta), en donde Juan Carlos Vezzosi, mi abuelo, y sus compañeros Chiacchio y Ojeda corrían contra uno de los seis mejores ciclistas de Argentina, Ernesto Antonio Contreras o también llamado “El Cóndor de América”.

Mientras transcurría la carrera, por la ruta 26, casi llegando a la Manacer, a Pocho se le pinchó uno de los tubos. Contreras, le dijo que cambiara tranquilo que lo iba a esperar. Justo en ese momento pasó una persona en moto con su bicicleta en mano. Juan Carlos aprovechó para pedirle prestado uno de sus tubos y como accedió, comenzó a cambiar la rueda. Mientras tanto el compañero de Contreras discutía con él ya que el Cóndor de América, al esperar a mi abuelo, se estaba retrasando en la carrera. El campeón argentino le respondió: “Si vos querés seguir adelante está bien, pero yo me voy a quedar esperando a mi colega hasta que cambie la rueda”. Y fue así que su compañero se resignó y se quedó esperando. Este equipo había esperado a mi abuelo porque para volver a retomar tenían que tirar con viento en contra. Fue así que los medios de la ciudad denominaron la actitud de Ernesto como “Un gesto de Campeón”. Como resultado, al final de la carrera, mi abuelo quedó 6to en la general.

En este artículo del diario se menciona el gran gesto que tuvo Contreras hacía mi abuelo.

Por otro lado, en una de las tantas carreras, mi abuelo sufrió un accidente en una de ellas así dejándolo fuera de las pistas por seis meses. Lo que ocurrió fue que, en una de sus entrenamientos, se le rompió la horquilla (artefacto que une el cuadro a la rueda delantera), así chocando su cara contra el piso. Juan Carlos fue llevado al hospital ya que tenía gran parte inferior del labio con un tajo. Luego de haberle cocido esa herida, le inyectaron un calmante para que se pasara el dolor, pero para su mala suerte, en ese tiempo esas agujas se utilizaban para todo, así que se le produjo una infección.   

Su última participación en las pistas fue cuando corrió por segunda vez la doble de Mar del Plata. Él se quedó sin fuerzas en la primera etapa de la carrera (el principio arrancaba en Mar del Plata y terminaba en Tandil), sin poder llegar a la segunda etapa (tenía un día de descanso y luego retomaban desde Tandil hasta llegar a Mar del Plata para finalizar la carrera). Así que no pudo completar su última competición. Poco después, Pocho tuvo que hacer servicio militar y luego de haber servido a su país, volvió a su rutina de siempre, trabajando en la panadería y así dejando de realizar lo que más le gustaba.