Por Emma Cortes

A principios de la década de los 80, mi abuelo Jorge Tirabasso, era locutor de la radio LU2 de Bahía Blanca. En esa emisora decidió comenzar a leer un capítulo del libro “Recuerdos de un maestro patagónico”, de Julian Ripa, en cada programa.
En este libro se contaba la historia del propio autor, nacido en La Pampa, quien tan solo con 18 años se había recibido de maestro siendo designado por el Consejo Superior de Educación a una escuela aborigen de la Colonia Cushamen, en el noroeste de la provincia de Chubut. Al instalarse allí, en el año 1936, conoció de cerca las penurias de las personas de aquel lugar; niños que apenas tenían para comer, absolutamente marginados. Ante esta situación, fundó un albergue en la propia escuela, permitiendo que los alumnos comieran y durmieran ahí.

Como si estos logros fueran pocos, decidió empezar la carrera de Abogacía, en una universidad de Santa Fe, estudiando durante el año, y yendo una vez a rendir un examen en esta provincia. Años después, cuando consiguió su título, se instaló en la ciudad de Esquel como abogado.
La columna del programa de radio de mi abuelo, en la que se dedicaban 4 o 5 minutos por día para leer este libro y las experiencias de esta historia, empezó a tener mucha repercusión entre el público. “Mi interés por conocer la figura del maestro patagónico, saber quién era, qué pensaba; lograr que me llevara desde Esquel hacia la escuela, conocer cómo era ese lugar, fue creciendo”, me contó Tirabasso.
Finalmente, Jorge pudo conocer a Julián Ripa en el aeropuerto de Bahía Blanca (ciudad natal de Jorge), mientras que este primero hacía escala para volver a su hogar en el sur. En ese avión, fueron juntos hacia la ciudad de Esquel. “Una vez aterrizados, partimos con Julián y su hijo Luis. Habían pasado treinta minutos, y ya estábamos cantando arriba del auto, camino a la Colonia Cushamen. Fue bárbaro. Esa sensación de estar conociendo a alguien, como si ya lo conociera de toda la vida. Una energía especial”, relata Jorge. Fue un viaje lleno de emociones, encontrando personas que habían sido alumnos en su momento, entre otras situaciones maravillosas.
Luego de terminar de leer el libro, vino un anexo extraordinario, así lo recuerda mi abuelo: “Un músico de Bahía Blanca, director de coros, integrante y director de un conjunto folklórico llamado Vocal Acento, Alberto Tramontana, me sugirió preguntarle a Julián Ripa; con quien ya habíamos entablado una notable amistad, acerca de la posibilidad de crear una cantata con canciones escritas por Ripa a modo de verso, y la música del propio Tramontana. Cada canción era precedida por un relato que fue leído por mí en una obra. Y así nació ‘Canto al maestro patagónico’ en forma de cantata, a la que tuvimos la oportunidad de darle difusión, no solamente en Bahía Blanca”.

Luego, también, se reprodujeron en la radio ciertas conversaciones que juntos habían grabado en ese viaje. Gracias a esa repercusión, Julián Ripa escribió “Recuerdos de un abogado patagónico”, libro que también fue escuchado por las personas.
“La lectura de ‘Recuerdos de un maestro patagónico’ fue una de las cosas más hermosas que pasó en mi carrera a través del micrófono”, declara Jorge.
Luego de esta historia, la amistad de Julián Ripa con mi abuelo trascendió las generaciones, y se extendió a su hijo Luis Ripa. Ambas familias compartieron incontables vacaciones y anécdotas juntos. Así fue como este abril, mi abuelo viajó a Esquel a visitar a su amigo Luis Ripa.
