«IL Pomodoro»

EN TODAS LAS FAMILIAS HAY HISTORIAS. ALGUNAS SON ANÉCDOTAS, OTRAS ENCIERRAN VIVENCIAS DE DESTIERROS, AUSENCIAS, ESFUERZO O DOLOR, O HECHOS IMPENSADOS. HAN VIAJADO, HECHAS NARRACIÓN, DE BOCA EN BOCA. CREEMOS QUE CADA UNA MERECE SER CONTADA, POR ESO NUESTRA SECCIÓN HISTORIA DE FAMILIAS, AHORA SE MULTIPLICA EN UNA COLUMNA SEMANAL EN LA EDICIÓN IMPRESA DEL DIARIO EL ECO DE LOS DOMINGOS. LAS PRODUCCIONES PERTENECEN A LOS ALUMNOS DE 6TO AÑO DE LA ORIENTACIÓN EN COMUNICACIÓN Y SE TRABAJAN DESDE EL ESPACIO DE TALLER DE PRODUCCIÓN EN LENGUAJES COORDINADO POR LA DOCENTE VIRGINIA HIMITIAN.

Por Santiago Langer

Era principio de siglo XX, los puertos europeos estallaban de gente, gente con un sueño en común, el de la oportunidad, una nueva vida al otro lado del charco. Entre todas estas personas, estaba mi tatarabuelo, Bodas, quien una tarde de invierno abordó desde el puerto de Cádiz, aquel barco que lo traería hacia estas latitudes. Dejaba a su mujer, Carmen y a sus números hijos en España, para que una vez que fuera posible, hacerles llegar los pasajes al nuevo mundo. No eran una familia adinerada ni mucho menos, por lo que Bodas tuvo que trabajar día y noche durante meses para obtener el dinero necesario para los boletos. Pasó aproximadamente un año hasta que reunió los fondos necesarios, así que compró los tickets, y se los envió por correo a su esposa.

Ya parecía todo dado, el reencuentro estaba a la vuelta de la esquina, ella recibió el paquete de su esposo y se puso manos a la obra para tener todo listo a la hora de viajar. Vendió su casa, algunas cosas que ya no le servirían, y emprendió viaje hacia el puerto de Cádiz con sus hijos. Todo pintaba color de rosa, pero a la hora de abordar el barco, el marinero encargado de recibir los boletos de la familia, miró con preocupación a Carmen, algo no olía bien del todo. Este hombre les pidió encarecidamente que esperaran, para en ese mismo momento, ir hacia la cabina de mando a verificar los pasajes con el capitán. Sí, penosamente si, eran falsos. El marinero regresó en ese instante donde esperaban Carmen y los niños para informarles de lo sucedido, debían bajar del barco y conseguir boletos nuevos.

Todo se tornó oscuro, cualquier intento de comunicarse con Bodas demoraría semanas, incluso meses, Carmen estaba desesperada, no sabía qué hacer. Necesitaba una solución, una solución inmediata. Fue ahí, cuando salió desesperada del puerto para buscar alternativas, los niños no entendían nada. Ella hacía lo posible para que no se enteraran lo que estaba sucediendo.

La noche ya caía, el calor en Cádiz se desvanecía y el hambre empezaba a jugar un papel fundamental, la familia estaba a la deriva. Con el poco dinero que tenían, ingresaron a una vieja pizzería cerca del puerto, «il Pomodoro». Como si del destino se tratara, Carmen terminó dialogando con Concepción, la mujer que se encargaba del lugar, que, a su vez, era la esposa de Andrea, el «pizzaiolo». La conversación fluyó y Carmen terminó contándole todo lo sucedido. Apenada, Concepción le ofreció pasar la noche allí, en un pequeño recoveco al fondo de la pizzería, no era la gran cosa, pero los resguardaría del frío de la noche.

A la mañana siguiente, Carmen se levantó y observo el lugar, era un chiquero, las paredes, mesas y sillas estaban manchadas con salsa, el piso grasiento, y un fuerte olor invadía el lugar. Sin pensarlo, por simple intuición, se puso a limpiar, fregar y pulir, para que todo quedara acorde. Al llegar, Andrea y Concepción, quedaron asombrados con el aspecto de la pizzería, por lo que sumado a la situación en la que se encontraba Carmen, decidieron darle albergue, y además ofrecerle un puesto de trabajo limpiando la pizzería.

La paga no era alta, pero teniendo en cuenta que no debían pagar la renta, ahorrar para llegar a la Argentina con Bodas no parecía imposible. Trabajó y trabajó, fueron duros meses, exactamente 8, en los que logró conseguir el dinero necesario para los boletos más baratos que había. No podía creerlo, había pasado de ser ama de casa, a conseguir algo tan grande como poder reunir a su familia nuevamente.

Cármen y Bodas

Se despidieron de Andrea y Concepción, para volver a el puerto, dónde abordarían el próximo transatlántico que zarpara con destino a costas argentinas. Estaban allí, todo lo sufrido había dado sus frutos. El extenso viaje, parecía ser un simple suspiro, todo estaba en su lugar, iban a ver a Bodas.

Al llegar al puerto de Buenos Aires, consiguieron aquello tan esperado, Bodas estaba allí, con un extraño artefacto que no habían visto en sus vidas, un cuenco relleno de hierba, que Bodas disfrutaba a través de una reluciente bombilla. No tenía la menor idea de lo que estaba ocurriendo, pero la familia estaba reunida, una vez más…