Los/as alumnos/as de 3°A de Prácticas del Lenguaje se dividieron en equipos de trabajo para seleccionar y editar los que, a su criterio, fueron los mejores relatos escritos por sus compañeros/as a partir de propuestas de escritura. Además, escribieron un prólogo contando un poco acerca del trabajo en clase y de los cuentos de sus compañeros/as. ¡Esperemos que lo disfruten!
En el segundo cuatrimestre de prácticas del lenguaje estuvimos trabajando con cuentos realistas, cuya temática principal fue la basura. En primer lugar, leímos «Basura» de Luis Fernando Verissimo que cuenta sobre dos vecinos que se encuentran cuando sacan la basura y, gracias a eso, empiezan a conocerse. En segundo lugar, leímos “El baldío» de Agusto Roa Bastos, en donde la basura es el escenario para abandonar cosas… y cuerpos. Luego, «La última huelga de los basureros» de Bernardo Kordon, en donde la trama se desarrolla a partir de un insulto, una ofensa y es, a la vez, el motor de la violencia. En consecuencia, la ciudad empieza a colapsar porque se detiene la recolección de basura, ¿Cuánto resistirán sus habitantes? El último cuento fue «La felicidad» de Isidoro Blaisten y se trata de dos amigos desempleados que comenzaron un negocio vendiendo cosas que encontraban en la calle.
Además de leer, escribimos mucho a partir de estos cuentos y de propuestas de escritura. Para comenzar, les dejaremos un relato conmovedor, sentimental y emocionante sobre cómo es la vida de un objeto desechado, escrito por Lorenzo Blundo:
Un día cualquiera estaba en el mostrador de una ferretería. A lo largo de las horas solo veía personas entrar y salir, los dueños del lugar agarrar y entregar objetos; los clientes entregaban unos papeles con diferentes numeraciones. Yo, tranquilo junto a muchos tornillos, fui quitado de allí junto a otros 3, intentaba girar para caer al piso y no ser llevado, quería quedarme con los otros. No lo conseguí. Fui llevado hasta lo que parecía una vivienda familiar por una mujer de 50 años según mí visión, la misma me transportó en algo grande con 4 ruedas, que los humanos llaman auto. Me dejaron en una habitación junto a martillos, destornilladores, sillas rotas y viejas, y muchas cosas antiguas. Allí sólo me vino un pensamiento: que me oxidaría y no tendría utilidad alguna. Un día soleado, la misma mujer que me había traído, junto a un hombre de su misma edad, me agarraron y arrojaron en una calle. Yo, para ese entonces, estaba oxidado. A partir de ese momento, me aburría todo el tiempo. Sólo me divertía girando con el viento y haciendo sonidos metálicos. Algunos días, contaba autos, otros, bicicletas y algunos otros simplemente nada. Un día soleado y caluroso, un adolescente pasó en una bicicleta por donde yo estaba, me recogió y me llevó a su casa. Allí me pusieron en un recipiente con un líquido negro. Me sacaron de ese envase y tenía un color igual al que tenía al principio de este relato en la ferretería. Para cerrar mi historia, puedo decir que logré tener la utilidad que quería ya que me colocaron en un estante junto a otros iguales a mí. Por fin siento lo que es ser útil.
A continuación, les presentamos un relato cruel, atrapante y con un gran suspenso que cuenta, en formato de diario, los sucesos previos al cuento “El badio» ideado por nuestro compañero Gabriel Fernández:
25 de mayo
Mi vida corre peligro, estoy jugando con fuego y seguramente me queme. Estoy trabajando encubierto en una empresa de la mafia. Trabajo como conserje, uso mi trabajo para estar cerca de personas con gran información que ayude en mi misión. Pero ya sospechan de mí, creo que tendré que renunciar al trabajo e irme de la ciudad por un tiempo.
3 de julio
He vuelto a la ciudad. Mis contactos me avisaron que soy la persona más buscada por la mafia. Pero debo terminar lo que inicie, debo encontrar al bebe del jefe de la mafia y matarlo. Si, ya sé ¡SOY UNA BASURA! pero tengo mis motivos. Ellos asesinaron lo que más amaba
5 de julio
Hoy seré asesinado, ya me avisaron, pero ya tengo al bebe. Lo tiraré en un baldío vivo. Con suerte alguien lo encontrará.
Fragmento sacado del diario de … , luego de ser encontrado en un baldío
Por último, les compartiremos una historia escrita por nuestra compañera Milagros Giangreco acerca de la vida de un objeto muy utilizado, ¿Se animan a adivinar de cuál se trata?
Ya es la tercera semana que estoy acá, desechada en medio de la calle 9 de julio. Igual tengo un poco de suerte, hablé con una cajita de jugo que está hace dos meses, la pobre huele demasiado a podrido. Ya no sé qué es lo que me espera en el futuro, pero ojalá sea mejor que el pasado, aunque quizás pongo la vara demasiado alta. Tuve una vida bastante útil, una madre me compró a mitad de año para su hija. Algún que otro apunte en inglés, copiar un dictado, nada fuera de lo común. Lo que más me gustaba era cuando tenía hora libre y se ponía a dibujar al margen de la hoja: flores, mandalas y todo tipo de decoraciones que liberaba su creatividad. Desgraciadamente vinieron los exámenes: ella tomó la pésima costumbre de morderme cuando se sentía nerviosa y escribía todas sus pruebas conmigo, porque supuestamente le daba suerte. Para finales del cuatrimestre ya me estaba gastando y mi dueña decidió que ya no me quería más. En camino a la casa de su abuela me dejó en un tacho con agujeros y me caí. Sin importarle nada, se compró otra en un quiosco justo en frente mío, esto rompió mi pequeño corazón de plástico. Creo que mi fin ha llegado, pero no me quejo. Casi todas las cosas tienen un final, como esta historia.