Por Maite Larrañaga

En 2020 comenzó una pandemia mundial por coronavirus que afectó a millones de personas, entre ellas mi abuela. Ella, a principios de 2021 estuvo dos semanas sintiéndose mal por este virus, sin ir al hospital, hasta que fue a la guardia. La internaron y la dejaron en terapia intermedia por neumonía y fiebre. Tres días después fue llevada a terapia intensiva, y ahí es cuando empezó todo.
La indujeron al coma. Durante esos dos meses ella contó que tuvo varias alucinaciones, con distintas personas y un perro azul. Además de eso, también se veía a sí misma y todo lo que sucedía desde el techo, como si estuviera volando. Por ejemplo, veía a mi mamá, y como hablaba con los médicos cuando iba a verla. Era consciente de todo lo que sucedía y contó que cada vez tenía más ganas de irse.
Durante este tiempo hubo muchas complicaciones. No la podían despertar. Tuvieron que ponerle un respirador ya que su oxígeno estaba muy bajo. Tuvo infecciones. Le hicieron una traqueotomía. Pero lo peor era que no la podíamos ver mucho tiempo, y solo podía ir una persona a causa de la pandemia. Esto hacía que en mi casa todos nos sintiéramos muy preocupados y tristes.

Cuando me contó que tuvo alucinaciones, me dijo que este perro azul se le presentó cuando vio morir a una paloma. Cuando estaba llorando apareció. Mientras esto sucedía ella pensó que se lo quería regalar a mi padrastro. Ella sintió que este perro significaba que iba a morir. Pensó eso porque ese perro también apareció en el momento que murió la paloma.
Pero no fue así. Comenzó a despertarse por la traqueotomía. Después de una operación de vesícula comenzó a recuperarse de a poco, ella estaba muy débil y no podía caminar, así que vino a vivir a mi casa. Durante ese tiempo tuvimos varios conflictos ya que mi abuela quería ir a donde vivía y tener más libertad, hasta que después de otros dos meses se recuperó completamente y volvió a su vida normal.