La creatividad es parte fundamental del desarrollo del conocimiento. Es así que desde la materia Literatura, coordinada por el profesor Víctor Torres, se propuso la lectura y análisis de textos míticos y épicos para conocer historias de las culturas originarias de nuestro país. En este sentido, los estudiantes de 4º año del turno mañana escribieron historias enmarcadas en el proyecto y resultaron estos relatos de gran calidad literaria para compartir. Hoy publicamos el de Lucía Ramos.
Por Lucía Ramos, alumna de 4° año
Rosa es una mujer tranquila, “normal” según ella. Atiende en un almacén amarillo, que queda en el centro de la ciudad. Está siempre abierto y tiene todo lo que uno se olvida de comprar en el mercado. Las señoras la aman, por eso siempre hay cola para entrar. Le dan charla y Rosa parece que no se da cuenta de que tiene 6 personas esperando a ser atendidas. Puso el local en el garaje de su casa, porque se resignaba a pagar el alquiler que le cobraba la inmobiliaria.
Cierra el almacén a las 20:00 (pero siempre deja la ventanita abierta para los últimos clientes), se va para la cocina y se prepara unos mates. Eduardo, su marido, llega de la fábrica a las 20:30, ella lo espera con emoción sentada en la silla de la punta de la mesada, pretendiendo no oír las voces de su cabeza que piden el divorcio. Luego de cenar Rosa se pone el pijama, los lentes y el saquito negro de lana. Entra a lo que ella le dice “oficina” y cierra la puerta. Es un ático donde guardan juguetes viejos de sus hijos universitarios, libros, fotos, la colección de pelotas de fútbol de Eduardo y otras cosas que ya no se distingue ni su color del polvo que hay. Esa noche se sentó en una silla giratoria y esperó en silencio a que se hicieran las 00:05. En un segundo Rosa se desplomó, como si de golpe se hubiese dormido sentada.
El velorio de su papá terminó a las 23:30. Alejandro estuvo todo el día parado escuchando llantos, dando abrazos y suplicando que termine lo antes posible. Se sacó los zapatos y sin dar vueltas se acostó, en silencio, ni siquiera se sacó la ropa. Estuvo mirando el techo de la habitación por media hora, pensando en cómo sigue la vida después de perder a la persona que uno más ama. Estaba roto, no le salían ni las lágrimas. Su papá siempre le había dicho que no armara mucho escándalo cuando esto pasara, pero uno nunca sabe cómo puede llegar a reaccionar. Hasta que se quedó dormido.
– ¿Te duelen los pies, no? Preguntó Rosa.
Alejandro sin entender mira la puerta de la habitación donde estaba ella parada, -¿Papá? ¿Sos vos? ¿Qué haces acá?
Sin pensarlo da un salto de la cama y lo abraza con fuerza.
– Sí hijo, soy yo. Quería verte una vez más. No estarás triste, ¿no? Ya te dije lo que pienso de eso.
– No lo puedo creer. ¿Querés sentarte? ¿Te hago un té, un café?
– No Ale, ya me tengo que ir. Pasé a decirte que te quiero mucho, y que siempre voy a estar cerca tuyo.
Alejandro abre los ojos confundido, ”¿Qué pasó?” “¿Dónde está papá?”. Estaba asustado, pero tranquilo al mismo tiempo. Pudo despedirse, algo que no había podido hacer hace dos noches…
Al mismo tiempo Rosa regresa a la realidad. Se reacomoda en la silla un poco mareada y dolorida, pero satisfecha porque cumplió con la primera misión de la noche. Siempre queda débil después del regreso a su cuerpo, pero aun así no se toma recreos entre viaje y viaje. Sabe que hay personas que la necesitan.
Durante el día, cuando Rosa está en el almacén, se pregunta a quien tendrá que ayudar esa noche…